4 de noviembre de 2025 - 10:33 AM
Por Yulisa Gutiérrez


El Ministerio de Cultura recibió recientemente la solicitud formal para iniciar el proceso de declaratoria de la ancestral carrera de “Juego de Gallos” como Patrimonio Cultural Intangible de la Nación. Esta práctica milenaria es una expresión viva de la identidad del pueblo maya Mam de Todos Santos Cuchumatán, en Huehuetenango.


La carrera, celebrada cada 1 de noviembre en el marco del Día de los Difuntos, combina el simbolismo, la resistencia y la espiritualidad, más que una competencia ecuestre, el “Juego de Gallos” es un ritual que honra a los antepasados.




Según la tradición oral, la práctica se remonta a los tiempos de la conquista, cuando la población indígena fue privada del derecho a montar a caballo. “Les dijeron que no podían montar, de ahí la gente quería demostrar que sí podía. Antes hicieron un proceso cosmogónico, con la instrucción de un guía espiritual maya y se ofreció la sangre de un gallo para proteger a los jinetes”, relata Jun Kanek Pérez, integrante del grupo de jinetes y gestor cultural.


Cada año, la festividad reúne a cientos de jinetes, familias y visitantes nacionales e internacionales. Los preparativos inician el 30 de octubre, cuando las marimbas recorren el pueblo y se realizan rituales en puntos ceremoniales. En las casas de los llamados “Primeros Capitanes” se preparan alimentos tradicionales y se celebran convivios.




El 31 de octubre marca la llegada de los caballos, que son purificados junto con los jinetes por un guía espiritual. Las familias preparan tamalitos, atol y aguardiente, mientras los hombres se visten con sus trajes ceremoniales, los sombreros adornados con plumas de colores, listones rojos y bandas cruzadas sobre el pecho, en conjunto con pantalones negros y pañuelos.


Al amanecer del 1 de noviembre, antes de cabalgar, los jinetes rocían aguardiente sobre sus caballos para renovar las energías y sellar la conexión espiritual con el animal, posteriormente, se ofrece la sangre de un gallo a la Madre Tierra, en señal de respeto y petición de permiso para la carrera.




Durante la jornada, los jinetes recorren un tramo de unos 100 metros de ida y vuelta ante la mirada de cientos de espectadores, en un ambiente de música, color y fervor comunitario.


Con esta solicitud, el pueblo Mam da un paso importante hacia el reconocimiento oficial de una de sus manifestaciones culturales más emblemáticas, buscando asegurar su preservación.